EL BLANCO INVISIBLE

CUENTO ZEN, La salud mental mejora muchísimo, cuando se enseña a la gente a liberarse de su cárcel de símbolos y recuerdos, Este entrenamiento se produce en la conciencia del nivel no verbal, Cuando alguien dice árbol existe una imagen de árbol, O al menos existía, ¿Cómo era esa imagen de árbol original? Cuando miramos un árbol, ¿Qué percibimos? ¿Cómo hacer para ser nosotros árboles? De la misma manera que en el camino Zen del tiro del arco, el maestro pide que uno no piense ni mire, sino que uno sea el arco, que uno sea la flecha, que uno sea el blanco, Un día que el Maestro Kenzo Awa explicaba que el Arte del tiro con arco consiste en dejar partir la flecha sin intención de triunfar, en tirar sin apuntar, su discípulo europeo Herrigel no pudo impedirse decir: -En este caso, ¿usted sería capaz de tirar con los ojos vendados? El Maestro posó largamente su mirada sobre él…antes de darle una cita para esa misma noche, Ya había oscurecido cuando Herrigel fue introducido en el dejó, El Maestro Awa le invitó primero a un chano yu, una ceremonia de té que él mismo ejecutó, Sin decir una palabra, el anciano Maestro preparó cuidadosamente el té, lo sirvió con una infinita delicadeza, Cada uno de sus gestos se desenvolvía con la precisión y la belleza que sólo una gran concentración puede dar, Los dos hombres guardaron silencio para saborear cada instante de este armonioso ritual, Un instante de eternidad, como dicen los japoneses, El Maestro atravesó a continuación el dejo, seguido de su visitante, para situarse frente al recinto donde se encontraban los blancos, a sesenta metros de allí, El recinto de los blancos apenas estaba iluminado, sus contornos casi no se divisaban, Siguiendo las instrucciones del Maestro, Herrigel fijó allí un blanco sin encender la luz, A su vuelta vio, que el anciano arquero estaba preparado para la ceremonia del tiro con arco, Después de haber saludado en dirección del blanco invisible, el Maestro se deslizó como si resbalara sobre el suelo, Sus movimientos se sucedían con la lentitud y la fluidez del humo que evoluciona suavemente en el viento, Los brazos se levantaron, después bajaron, El arco se tensó tranquilamente hasta que la flecha partió bruscamente, hundiéndose en la oscuridad, El Maestro permaneció inmóvil, con los brazos suspendidos, como si acompañara la flecha hacia su destino desconocido, como si el tiro continuara en otro plano, Después, de nuevo, el arco y la flecha danzaron en sus manos, La segunda flecha zumbó a su vez y fue tragada por la noche, Herrigel se precipitó a alumbrar el recinto, impaciente por ver dónde se habían clavado las flechas, La primera estaba en el corazón del blanco, La segunda estaba justo al lado, ligeramente desviada por la primera a la que había tocado y arrancado varios centímetros de bambú, Al volver con el blanco, Herrigel felicitó al Maestro por su proeza, Pero éste replicó: -El mérito no me pertenece, Esto ha sucedido porque he dejado que “algo” actúe en mí, Es este “algo” lo que ha permitido que las flechas se sirvan del arco para unirse al blanco,